Signal fue nombrado como uno de los ocho servicios de mensajería que cumplían las máximas de seguridad de la Electronic Frontier Foundation, un total de siete puntos de evaluación en materia de seguridad para determinar las aplicaciones, valga la redundancia, más seguras. Y funciona, de forma resumida, de esta manera.
Para empezar, toca decir que Signal fue una de las primeras apps de mensajería en implementar el cifrado de extremo a extremo, lo que significa que las conversaciones, aunque sean intervenidas de alguna forma, no pueden descifrarse más que por los dos teléfonos implicados en dicha conversación. El mensaje enviado se codifica en el origen y se descodifica en destino. Una funcionalidad que paulatinamente ha ido implementado el resto de su competencia.
Signal, que cuenta con el beneplácito de Edward Snowden, el ex-analista de la CIA, no utiliza nombres de usuario ni contraseñas. Basta con un número de teléfono para ponernos en contacto a través de ella, y por tanto cuenta con menos puntos “violables” durante su ejecución aunque podemos llevar su seguridad un paso más allá y establecer contraseñas de acceso a determinadas conversaciones.
Otra de las ventajas de Signal es que permite, como después también implementó su competencia, enviar mensajes auto-destruíbles. Mensajes que desaparecen una vez leídos en el tiempo que consideremos oportuno y que una vez se han ido nunca han existido, pues no queda constancia ni en los teléfonos ni, por supuesto, en ningún servidor utilizado para el funcionamiento de la aplicación.
La principal clave de Signal radica en su protocolo de comunicaciones, el conocido como Protocolo Signal, y es tan fuerte en materia de seguridad que ha sido adoptado por WhatsApp, Google Duo e incluso el Messenger de Facebook. Sin embargo, Signal recibió un importante revés en el año 2016, lo que probablemente frenase su progresión en materia de volumen de usuarios y de tráfico.